La psoriasis es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel que acelera el ciclo de vida de las células cutáneas. Esto provoca una acumulación rápida de células en la superficie de la piel, generando escamas, enrojecimiento y picor. Aunque no es contagiosa, puede ser molesta y afectar la calidad de vida de quienes la padecen.
La psoriasis presenta síntomas que afectan principalmente la piel, aunque también puede manifestarse de otras maneras.
La psoriasis se caracteriza por áreas inflamadas cubiertas de escamas plateadas o blancas. Estas lesiones suelen aparecer en codos, rodillas, cuero cabelludo y otras zonas, causando picor, ardor e incluso dolor si son profundas. Además, las manifestaciones cutáneas tienden a empeorar en invierno debido a la sequedad ambiental, lo que intensifica la incomodidad.
En algunos casos, la psoriasis no se limita a la piel y puede provocar dolor articular, una condición conocida como artritis psoriásica, que afecta la movilidad y las articulaciones. Las uñas también pueden verse comprometidas, mostrando engrosamiento, deformidad o pequeñas hendiduras. Estos síntomas adicionales pueden interferir significativamente en la calidad de vida del paciente y en sus actividades diarias.
La psoriasis es una enfermedad compleja en la que influyen tanto factores internos como externos.
La predisposición genética es uno de los factores principales en el desarrollo de la psoriasis. Si un miembro de la familia padece esta enfermedad, el riesgo de heredarla aumenta debido a alteraciones en el sistema inmunológico relacionadas con factores hereditarios.
Diversos factores externos pueden desencadenar o empeorar los brotes de psoriasis. Entre ellos, destacan el estrés, infecciones bacterianas o víricas, y los cambios hormonales. El clima frío y seco también agrava los síntomas debido a la sequedad de la piel. Por otro lado, hábitos poco saludables como el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol y una mala alimentación pueden intensificar la enfermedad y dificultar su manejo.
El diagnóstico de la psoriasis comienza con una evaluación médica realizada por un dermatólogo.
El especialista examina las lesiones cutáneas para determinar sus características, como el grosor, la descamación y las áreas afectadas. En casos donde el diagnóstico no es claro, se puede realizar una biopsia de piel, que consiste en analizar una pequeña muestra para descartar otras afecciones similares.
Es importante diferenciar la psoriasis de condiciones como el eczema o la dermatitis atópica, ya que pueden presentar síntomas similares. La psoriasis, sin embargo, se distingue por la presencia de escamas más gruesas, persistentes y por su aparición en áreas específicas como los codos, rodillas, cuero cabelludo y espalda baja.
Los remedios naturales y los cuidados específicos pueden ayudar a calmar los síntomas de la psoriasis y mejorar el bienestar de la piel.
No, la psoriasis no es contagiosa. Es una enfermedad autoinmune y genética que no se transmite por contacto físico. Es importante desmentir este mito para evitar estigmas sociales.
Actualmente, la psoriasis no tiene cura, pero puede controlarse eficazmente con tratamientos y cuidados adecuados. Una rutina constante y supervisión médica son clave para mantener los síntomas bajo control.